Pasado, Presente, Futuro

«El pasado nos limita, pero el futuro nos atemoriza. El único lugar seguro es el presente»

Isaac López

A veces tenemos diferentes percepciones del tiempo según en la situación en la que nos encontremos, aunque el tiempo sea igual para todos, a veces, sentimos que nos falta tiempo, en otras que pasa muy deprisa, que pasa muy lentamente. Es algo de lo que soy muy consciente, sobre todo desde que entré en el mundo de la infertilidad.

Cuando te suceden cosas dolorosas, siempre se aprende, en ocasiones nos damos cuenta a tiempo, otras demasiado tarde. Cada persona es un mundo para llevar su dolor, por tanto, hay que respetar y no juzgar.

Para nosotros los meses del 2011 estaban pasando muy rápido, después de la pérdida lo primero que te aconsejan es que sigas tu vida, que en cuanto retomes la rutina es lo mejor, que no pienses en el tema y un largo etcétera que podría seguir enumerando de la de «consejitos» que te dan.

La vida debía continuar…

Hasta ahí de acuerdo, la teoría es muy bonita, pero en la práctica, te ves envuelta en una vorágine de situaciones y emociones que a veces nos saca del camino y hace que perdamos nuestra esencia, el dónde estamos y el por qué.

Cuando nos vinimos a dar cuenta, estábamos en pleno mes de junio, cada uno haciendo su vida, intentando retomarla cada uno a su manera, juntos en la casa, compartiendo cama y vida, pero emocionalmente más alejados que nunca.

El que cada uno lleve el dolor a su manera, que te aconsejen no hablar del «tema» y seguir y esperar, hizo mella en nosotros, en nuestra relación y en nuestro amor.

Hasta que un día sentí que la soledad y la tristeza me ahogaban, yo no podía seguir así, algo iba mal y era el momento de hablar.

Conversaciones pendientes…

Pues desde la pérdida, pocas veces habíamos hablado del tema, porque hablar de algo que duele tanto no le gusta a nadie, pero era el momento de plantear cómo estábamos, la percepción de distanciamiento que teníamos, el por qué, qué queríamos y cómo lo íbamos a hacer.

Abrimos nuestros corazones a más no poder, lloramos lo que no está escrito, nos abrazamos, reconocimos nuestro grave error de no habernos cogido de la mano para seguir caminando juntos y el haber intentado superarlo por separado, el error de no hablar como nos sentíamos en cada momento, el haber esperado tanto para tener esta conversación, que dolía en el alma pero que nos ayudaría a seguir juntos.

Da rabia, que comiences un proyecto de futuro con la persona que amas y que ese mismo proyecto sea, a la vez, el que te aleje. Y como os he dicho al comienzo, de todo se termina aprendiendo. Si no llegamos a hablar, quizás el alejamiento hubiese sido tan grande que hubiese terminado en ruptura.

Mi madre siempre me ha enseñado que las cosas hay que hablarlas, que no hay que quedarse con ellas dentro, siempre escuchar a la otra persona y llegar a un acuerdo.

Recordar nuestro amor y volver a enamorarnos.

Tras esa conversación, hubo un antes y un después.

Nos dedicamos a nosotros, a prestarnos atención mutua, a amarnos, a consentirnos; a compartir veladas juntos, en la playa con una copa de vino en la mano, debajo de la sombrilla a la luz de la luna hablando mucho de la vida, de cuando nos conocimos, de lo que queríamos; ha hacer cosas juntos como ver las mismas películas; días de campo con amigos; días de playa solos y con amigos; tiempo con la familia, pero juntos y no alejados.

Ese año comenzábamos las vacaciones a final de agosto, justo para nuestro aniversario, hacíamos 11 años de novios y 4 de casados, se me ocurrió un plan especial con la intención de seguir recuperando nuestra relación.

Nos fuimos una semana a una casa rural, alejados del mundo (y cuando digo alejados, es tan alejados, que estábamos en mitad de una montaña), lo llevábamos todo para no salir de allí en una semana, comida, bebidas, películas, juegos.

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La casa tenía piscina y unas preciosas vistas. Lo peor fueron las noches, porque el estar en mitad de la montaña, venían animales a visitarnos, los ruidos daban miedo, pero al final quedó en una experiencia muy gratificante.

Le había preparado un precioso vídeo como regalo de aniversario, desde que empezamos a salir, escaneé las fotos más antiguas, le hice el montaje con canciones nuestras y solo puedo deciros, que ver el vídeo juntos, fue algo maravilloso, acabamos llorando, muy emocionados, con la idea clara de que así es como debíamos estar, juntos para luchar, unidos por nuestro amor, creciendo juntos como personas.

Cada vez que hablamos de aquella semana se nos dibuja una sonrisa, porque fue reconfortante en muchos sentidos. También pasamos miedo por las noches, dormíamos abrazados y muertos de calor (hoy día nos reímos pero nunca más nos hemos ido tan alejados del mundo).

Mi conclusión 7 años después…

Os quería contar esta parte también, porque fue muy importante en nosotros como pareja, es algo que vivimos los dos y que nadie de nuestro alrededor sabe lo que pasamos en esos momentos.

La pérdida gestacional es algo tan duro, que remueve toda tu vida, tus cimientos, tus creencias y le da un vuelco a tu vida, no solo es un estado hormonal.

Hay personas que no nos comprenden, pero es mucho más de lo que se imaginan, porque nuestros sueños y emociones se hacen añicos y tienes que volver a pegarlos para seguir viviendo, y nunca queda igual.

Conozco casos de parejas que se rompieron tras una pérdida, nosotros podíamos haber sido una de ellas y no es porque no hubiese amor, porque sí lo había, a veces, es porque no te enseñan a canalizar los sentimientos de duelo.

Espero que mi experiencia os ayude, los hombres no viven las cosas igual que las mujeres, pero no significa que no las sufran. Incluso puedo decir, que a ellos les cuesta más hablar desde el corazón tras una pérdida.

Si tenéis claro que es el amor de vuestra vida, hablad mucho y bonito, recordad el porqué estáis en ese punto, cuánto os queréis y sobre todo decíroslo, que a todos nos viene bien escuchar un «te quiero», un abrazo y un beso.

Os mando un enorme beso virtual para todas mis guerreras y para todas las personas que leen nuestra historia y me dedican palabras tan bonitas.

P.D. Quería deciros que no sabéis como me alegro ver como van naciendo vuestros «bebés arcoíris», es un sentimiento precioso, porque da esperanza para muchas de las que estamos en el camino.

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